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“La edad no puede ser un indicador de incapacidad para conducir, los jóvenes de 18-24 años tienen una mayor tasa de accidentes”

Fuente: Martí Figueras/La Vanguardia

Jesús Norberto Fernández

Jesús Norberto Fernández

En una entrevista para Moveo (portal de motor y movilidad del diario La Vanguardia) que reproducimos a continuación, el presidente de la PMP, Jesús Norberto Fernández, valora el contenido de la ‘Guía de Consejo Sanitario Vial para el conductor mayor y su entorno próximo’, publicada por la Dirección General de Tráfico (DGT).

La publicación, por parte de la DGT, de una guía para conductores mayores no ha gustado del todo a algunas organizaciones. Aunque el documento pretende ofrecer consejos para una conducción segura en edades avanzadas, desde la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP) consideran que transmite un mensaje peligroso: que cumplir años es, por sí mismo, un factor de riesgo al volante. 

Jesús Norberto Fernández, presidente de la PMP, defiende con firmeza que la edad no puede ser usada como criterio único para cuestionar la capacidad de una persona para seguir conduciendo.

¿Qué es lo que más les preocupa de la guía para conductores mayores publicada por la DGT?

Nuestra principal preocupación reside en el enfoque edadista y discriminatorio que, a nuestro juicio, representa esta guía en el abordaje de la seguridad vial. Consideramos que, más allá de las buenas intenciones declaradas en su publicación, por su planteamiento y enfoque, la guía manifiesta y representa un nuevo caso de edadismo institucional.

Entendemos que el documento asume que la edad es, por sí sola, una condición de riesgo, lo cual es un planteamiento homogeneizador del grupo social de las personas mayores y, por tanto, discriminatorio. Esto refleja una forma de edadismo estructural.

¿Qué es exactamente lo que consideran edadismo estructural?

Que se presuponga que toda persona mayor representa un peligro potencial por el mero hecho de su edad. No se puede partir de la base de que la edad cronológica sea un indicador automático de incapacidad. Eso genera sospechas previas no fundamentadas que pueden derivar en exclusión.

¿Cree que existe una asociación automática entre edad y riesgo al volante?

Efectivamente, ese es uno de los problemas clave. Existe una delgada línea entre seguridad y discriminación que no debe ser traspasada. Si bien es cierto que con la edad pueden verse alteradas algunas capacidades, no todo envejecimiento implica deterioro. Hoy las personas alcanzan edades más avanzadas manteniendo salud, autonomía y capacidades funcionales. Nos preguntamos, por ejemplo, por qué la guía recomienda una vigilancia especial a partir de los 70-75 años sin una base empírica clara en términos de siniestralidad comparada con otras edades. Los datos de la propia DGT muestran que los jóvenes de 18-24 años tienen una mayor tasa de accidentes.

Entonces, ¿cómo debería plantearse el momento de dejar de conducir?

Para nosotros, la retirada del carnet de conducir, si procede, debe surgir de un proceso consensuado, informado y siempre supervisado por profesionales. Es fundamental que la persona mayor no sea desplazada de las decisiones sobre su propia autonomía. La dignidad y el derecho a decidir no decaen con la edad. Abogamos por un proceso de acompañamiento profesionalizado, en lugar de que recaiga la función de vigilancia o juicio en los familiares.

¿Qué papel deberían tener los médicos en ese proceso?

Los profesionales médicos son cruciales. Defendemos un enfoque no discriminatorio, con evaluaciones concretas e individualizadas aplicables a todas las personas conductoras con deficiencias que incidan en la capacidad de conducir, independientemente de su edad. Los médicos pueden valorar capacidades, orientar sobre el efecto de ciertos fármacos y guiar el proceso de forma profesional. No se puede sustituir el juicio clínico por la opinión de familiares.

¿Temen que este tipo de mensajes institucionales estén alimentando un discurso que estigmatiza a la vejez?

Sí, ese es un temor real. Cuando se establecen etiquetas o categorías como las que hemos visto en la guía (“inconscientes”, “negadores”, etc.), o cuando se asume que una edad avanzada implica por defecto necesidad de vigilancia o tutela, se refuerzan estereotipos negativos. Es crucial evitar cualquier expresión u orientación que pueda suponer un sesgo negativo por razón de edad.

Más allá del coche, ¿qué piden para garantizar la autonomía de las personas mayores?

La autonomía y la movilidad son fundamentales para la participación activa en la sociedad. El debate sobre la seguridad vial de las personas mayores no puede limitarse a si deben dejar de conducir. Necesitamos alternativas reales de movilidad, especialmente en zonas rurales donde el coche es esencial. Esto implica invertir en transporte público adaptado y medidas de acompañamiento emocional cuando se abandona la conducción. Reivindicamos el principio de “Nada para las personas mayores, sin las personas mayores”.

La DGT ha anunciado su intención de colaborar con la Plataforma. ¿Qué esperan de esa interlocución?

Esperamos que esta colaboración nos permita tener una vía de participación estable en la Estrategia de Seguridad Vial para Mayores. Que nuestras inquietudes sean tenidas en cuenta en el diseño de políticas. Queremos evitar que la seguridad se construya a costa de la autonomía.

¿Y a largo plazo, qué cambiaría para combatir el edadismo?

Necesitamos un cambio de narrativa. Superar el edadismo implica una transformación estructural. Hay que dejar atrás el enfoque asistencialista que ve a las personas mayores como receptoras pasivas de cuidados. Hay que reconocerlas como actores activos con capacidad de decisión, voz política y autonomía moral. Esto es una cuestión de justicia social y equidad intergeneracional. Necesitamos cambiar la manera en que hablamos, pensamos y legislamos sobre la vejez.