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El 45% de los casos de demencia pueden prevenirse a través de cambios individuales y sociales

Fuente: Fundación Caser

Una mujer mayor sostiene las manos de un hombre mayor sentado en un sofá.

Según un artículo publicado en la revista Actas de Coordinación Sociosanitaria

Un reciente artículo publicado en el número 36 de la revista Actas de Coordinación Sociosanitaria, coescrito por la profesora María Victoria Zunzunegui Pastor, de la Université de Montréal, y el profesor emérito Félix Bermejo-Pareja, de la Universidad Complutense de Madrid, arroja luz sobre la prevención de la demencia. El documento, titulado ‘La prevención de la demencia mediante cambios individuales y sociales’, destaca que una proporción significativa de casos de demencia son prevenibles.

Basándose en el último informe de la Comisión sobre la Demencia de The Lancet (2024), el estudio concluye que aproximadamente el 45% de los casos de demencia son atribuibles a 14 factores de riesgo modificables.

Estos factores de riesgo abarcan diversas etapas de la vida, desde la infancia hasta la vejez, e incluyen aspectos como: baja escolaridad; pérdida auditiva; exceso de alcohol y tabaquismo; sedentarismo; traumatismo craneoencefálico; obesidad y diabetes; depresión e hipertensión arterial; colesterol alto; contaminación atmosférica; pérdida de visión no corregida; y aislamiento social.

Igualmente, el artículo subraya que factores como la depresión o la contaminación atmosférica, que afecta al 75% de la población, tienen un impacto considerable en la fracción de casos atribuibles a la demencia. Entre los factores con gran impacto también se cuentan la pérdida auditiva (7%), el colesterol alto (7%), la baja escolaridad (5%) y el aislamiento social (5%).

Por otro lado, el artículo también destaca que, en contra de las predicciones de una epidemia de demencia a finales del siglo XX, esta no se materializó en algunos países ricos. Este éxito se atribuye a la mejora en las condiciones de vida, el aumento de la escolaridad y un mejor manejo de trastornos crónicos. La incidencia de demencia ha disminuido en varios países occidentales, aunque la prevalencia se mantiene estable debido al envejecimiento de la población.

El documento pone de manifiesto la efectividad de las intervenciones multidominio, como las llevadas a cabo en el proyecto World Wide FINGERS. El ensayo clínico FINGER, iniciado en Finlandia, demostró que una intervención multifactorial —que incluye guía nutricional, actividad física, entrenamiento cognitivo, actividad social, y control de la hipertensión y enfermedades cardiovasculares y metabólicas— reduce la velocidad del deterioro cognitivo en personas mayores con riesgo. Estos efectos son aún más pronunciados en poblaciones con mayor riesgo de demencia.

En España, el estudio piloto Goiz Zaindu-Basque FINGER en Beasain (Guipúzcoa) ha replicado con éxito la factibilidad de una intervención tipo FINGER. Este programa, con el apoyo de las instituciones municipales, servicios sociales y atención primaria, demostró una alta adherencia y un menor deterioro en funciones cognitivas como la ejecutiva y la velocidad de procesamiento en los participantes.

Finalmente, los autores del artículo advierten sobre dos desafíos cruciales para la equidad y factibilidad de las intervenciones:

1. El gradiente socioeconómico de los factores de riesgo modificables, donde las poblaciones de bajos ingresos enfrentan mayores prevalencias de estos factores y barreras económicas para su corrección (como el alto costo de audífonos y gafas).
2. La necesaria implicación de múltiples actores sociales: instituciones municipales, servicios sanitarios y sociales (especialmente atención primaria), el sector privado y asociaciones ciudadanas.

Por este motivo, Zunzunegui y Bermejo-Pastor hacen un llamamiento urgente a priorizar la investigación evaluativa de las intervenciones comunitarias para establecer una base científica sólida para las políticas de salud pública. Además, enfatizan la importancia de abordar la pobreza infantil, ya que las condiciones socioeconómicas de la familia de origen predicen el riesgo de deterioro cognitivo y demencia en la vejez.

En conclusión, el documento enfatiza que la prevención primaria, centrada en la reducción de los factores de riesgo a lo largo de toda la vida, es clave; además de abogar por equilibrar los recursos, destinando menos a diagnósticos precoces y tratamientos farmacológicos de dudosa eficacia, y más a las intervenciones comunitarias que permiten cambios duraderos en los comportamientos individuales y las normas sociales.

El artículo completo está disponible en este enlace.