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“Con proyecciones realistas, la sostenibilidad del sistema público de pensiones está garantizada”

Fuente: Plataforma de Mayores y Pensionistas

Antonio González, consejero del CES

Antonio González, economista consejero del CES

El economista Antonio González es actualmente consejero del Consejo Económico y Social de España (CES) en representación de UGT; fue director general del gabinete del ministro de Trabajo e Inmigración (2010-2011) y vocal asesor en la Oficina Económica del Presidente del Gobierno (2008-2010). También fue director del Gabinete Técnico de la Comisión Ejecutiva de UGT (1995-2004) y es vicepresidente de Economistas Frente a la Crisis (EFC). Precisamente en la web de EFC publicó recientemente un artículo en el que desarrolla un análisis crítico de las proyecciones del ‘Informe sobre Envejecimiento 2024’ de la Comisión Europea y argumenta que, frente a la abundancia de tesis en contra, mediante las medidas adecuadas y con proyecciones más precisas, el sistema público de pensiones puede mantenerse estable y sostenible a largo plazo.

En su artículo hace una crítica a la opacidad y falta de consistencia en la elaboración del ‘Informe sobre Envejecimiento 2024’ de la Comisión Europea, ¿puede resumirnos cuáles son sus principales puntos débiles?

Las proyecciones que realiza el informe para 2050 y hasta 2070 se basan en supuestos de empleo, que a su vez toman como referencia la evolución de la población en edad de trabajar, y esta de una estimación insuficiente y no justificada de los flujos migratorios. Como resultado el empleo estimado por el informe caerá de forma continuada durante los veinte años hasta 2050: eso es algo que no ha sucedido en nuestra historia económica a lo largo del último cuarto de siglo. Y con ello, la previsión del PIB así como los ingresos por cotizaciones, que dependen decisivamente del empleo, se deprimen durante todo el periodo. Al relacionar el gasto en pensiones, descontados los ingresos por cotizaciones, con esa estimación del PIB, la proporción de ese gasto resulta anormal y artificialmente inflada. Unos supuestos más realistas dan como resultado que el peso del gasto en pensiones será en realidad muy inferior. La conclusión es que según las proyecciones del informe habría dificultades para sostener el gasto en pensiones. Pero, con unas proyecciones más realistas eso no sucede en absoluto.

¿Y qué opina de los últimos informes y estudios realizados por entidades como la FEDEA o AIReF en materia de sostenibilidad de las pensiones públicas?

En general, FEDEA suele utilizar para el empleo y el PIB las proyecciones del informe de envejecimiento de la Comisión Europea, y tienden a elevar las estimaciones de gasto en pensiones de la Seguridad Social –que consideran poco realistas–, por lo que aún exageran más el peso del gasto futuro de las pensiones.

En el caso de AIReF, tienen mayor autonomía de criterio. El cálculo que hicieron unos meses antes del informe europeo daba unos resultados muy próximos a las estimaciones realizadas por la Seguridad Social porque trabajan con supuestos bastante realistas. Ahora con la revisión al alza por el INE de los datos del PIB, toda la serie proyectada crece considerablemente para unos niveles dados de gasto. Eso creo que lo pondrá de manifiesto AIReF.

Las tesis en contra de la sostenibilidad de los sistemas públicos de pensiones suelen partir del impacto del envejecimiento de la población en el empleo y, por tanto, en los ingresos, ¿es un punto de partida demasiado simplista? ¿Qué factores considera más importantes para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones?

No es simplista, todos partimos de esas realidades. El envejecimiento de la población, y la jubilación de la enorme generación del baby boom, es un hecho, pero debe ser confrontada con otros hechos que también determinan el futuro del empleo y de los ingresos. Si esa salida de millones de personas del mercado de trabajo no se compensa con nuevas entradas a través de los flujos migratorios, caerá el empleo y el PIB y todo el país se empobrecería y se desplomarían los niveles de vida de los españoles: ¿se puede creer que estemos dispuestos a contemplar cómo todo se hunde a nuestro alrededor sin tomar las medidas que tenemos a nuestro alcance? Es lo mismo que ya pasó con los vaticinios de quiebra del sistema de pensiones realizados a principios de los noventa, pero luego la inmigración compensó la reducción de la población nativa, el empleo creció y las pensiones continuaron pagándose sin problemas.

Lo más importante es el análisis conjunto de los factores que determinan el empleo y el PIB, en un contexto de fuertes salidas a la jubilación que no deben producir caídas del volumen de empleo y de la renta: si compensamos esas salidas, podremos pagar más pensiones sin hacer recortes.

¿Qué opinión le merecen las últimas reformas emprendidas por Escrivá y Elma Saiz? ¿Siguen el buen camino hacia la sostenibilidad del sistema?

Me parecen positivas desde un punto de vista social y sostenibles desde la perspectiva económica, por lo que acabo de explicar. Lo anterior, los recortes injustificados de las pensiones de la reforma de 2013, me parecen socialmente insostenibles e innecesarios desde la perspectiva económica, por eso acabaron cayendo.

Escrivá había estudiado a fondo en la AIReF la cuestión de las pensiones y había comprendido que lo que resultaba insostenible era el recorte continuado del poder adquisitivo de las pensiones. Las últimas reformas realizadas se han basado en la combinación de una serie de factores que facilitan la sostenibilidad de las pensiones: la elevación de la edad efectiva de jubilación, a través de sistemas voluntarios, lo que ha permitido aminorar la senda de crecimiento del gasto, y el aumento moderado de los ingresos, así como la perspectiva de mantenimiento y crecimiento del empleo, de los salarios y del PIB. Todo ello con el objetivo de ayudar a pasar el periodo temporal y transitorio de la jubilación de la generación del baby boom, que concentra en ese periodo las tensiones para, una vez superado, que las aguas vuelvan a su cauce.

Frente el argumento del envejecimiento poblacional, suele utilizarse el papel que juega la inmigración. ¿Cómo cree que va a ejercer ese papel de cara a la sostenibilidad del sistema de pensiones? ¿Lo está ejerciendo ya en la actualidad y pueden hacerse prospecciones sobre su importancia en el futuro?

Como hemos dicho, la salida del mercado laboral, por jubilación, de una generación muy grande (los boomers) y la diferencia de tamaño con las generaciones siguientes, mucho más pequeñas, implicaría si no se compensa con entradas suplementarias que la población en edad de trabajar (que determina la oferta de trabajo) se reduciría de forma muy considerable. Y eso haría caer el empleo y desplomarse el PIB, y los niveles de vida en España. Para evitarlo, y mantener esos niveles de empleo, PIB y niveles de vida, no existe otra salida más que la compensación con el mantenimiento de flujos de inmigración compensatorios suficiente. El propio informe europeo, como es natural e inevitable, lo contempla para evitarlo y también para mantener las pensiones, aunque de forma incompleta e insuficiente. Esos flujos han de ser un poco mayores para compensar plenamente la caída del empleo que de otra forma se produciría. Ese cálculo está hecho y no sólo no hay otra opción sino que es perfectamente factible y tan sólo depende de que se adopten en nuestro país las decisiones necesarias.

En su artículo también menciona que el gasto en pensiones ha aumentado en términos absolutos, pero se ha mantenido estable en relación al PIB. ¿Cómo se ha logrado esto? ¿Será posible mantener esa estabilidad en España?

Para explicarlo, como siempre, hemos de hacer un poco de memoria. El hundimiento del empleo y del PIB durante la crisis financiera de 2008 ocasionó que el gasto en pensiones creciera varios puntos respecto a este último. Y que para compensar el hundimiento correlativo de los ingresos por cotizaciones que son el sostenimiento fundamental de las pensiones se aplicara todo lo que se había acumulado en el Fondo de Reserva, que en realidad no se había dispuesto para eso, sino para compensar más adelante, entre 2027 y 2050, el periodo de transición demográfica entre la jubilación de los boomers, que aumenta el volumen de pensiones, y requería un colchón de recursos.

Esa crisis y el mal funcionamiento del mercado de trabajo español, con su increíble propensión al despido y al ajuste de empleo, muy superiores a los de los otros países europeos, ocasionó el desastre, hundiendo los ingresos y llevándose por delante el Fondo de Reserva de las pensiones.

En la crisis siguiente, la del coronavirus, de un calado excepcional, nada de esto sucedió. Las medidas adoptadas impidieron que fuera así: el empleo se preservó muchísimo más, la tasa de paro creció en tres puntos frente a los diecinueve de la crisis precedente. A continuación, el empleo se ha recuperado con muchísima fuerza, y la reforma laboral ha incrementado notablemente su estabilidad bajando como nunca antes la temporalidad del mismo, y también se han aprobado subidas del SMI de una magnitud desconocida. Con todo ello, la relación entre pensionistas y cotizantes se ha recuperado hasta el punto de que en los últimos años, incluso con una fuerte inflación y manteniendo (ahora sí) el poder adquisitivo de las pensiones, los ingresos por cotizaciones han crecido incluso más que el gasto en pensiones.

Si, como parece, el cambio en el comportamiento del mercado de trabajo ante las crisis nos ha hecho, por fin, responder como los demás países europeos, y si se adoptan las reformas que completen ese cambio en el mercado laboral (despidos), podemos estar seguros y protegidos frente a las crisis, y con ello, y con las medidas demográficas que impidan la caída del empleo y del PIB, y con las medidas de reforma ya adoptadas en el sistema de pensiones, todos los cálculos apuntan a la sostenibilidad del gasto respecto al PIB.

Por último, ¿por qué cree que las tesis sobre la insostenibilidad del sistema público de pensiones tienen tanta difusión? ¿A qué obedece esa insistencia en el alarmismo?

Pues no estoy muy seguro, la verdad. Y es algo que yo también me pregunto. Si la profecía de la insostenibilidad de las pensiones públicas (que se lanzó a principios de los años noventa) a partir de la entrada del nuevo siglo no se cumplió. Si la que se volvió a lanzar hace diez años en el mismo sentido, tampoco se está cumpliendo, ni se va a cumplir incluso eliminando los recortes de las pensiones y sustituyéndolos por una estrategia de medidas económicamente viables y socialmente más sostenibles, me pregunto cuál es la razón que lleva a la insistencia en sentido contrario de determinados informes, que tienen tanto eco en algunos medios de comunicación, que siembran dudas injustificadas sobre la sostenibilidad de las pensiones públicas.

¿Qué recomendaciones daría a las actuales generaciones de trabajadores de cara a su jubilación? ¿Les aconsejaría los productos de ahorro privado?

Naturalmente, los sistemas privados de pensiones forman parte de nuestro sistema de pensiones: son el tercer pilar del mismo como así se determinó hace ya muchos años en las conclusiones parlamentarias del Pacto de Toledo. Cumplen su papel de ofrecer pensiones complementarias para las personas que tienen capacidad económica sobrada para sufragarlas.

Pero, las generaciones que van caminando hacia su jubilación deben tener en cuenta que van a contar en primer lugar con pensiones públicas suficientes y aseguradas. Más allá de eso, aquellas personas que puedan y deseen complementarlas con pensiones privadas tienen posibilidades a su disposición. Es una forma de ahorro como tantas otras. Lo que no se debe hacer es promover esos fondos privados sobre la falsa idea de que no habrá pensiones públicas suficientes y garantizadas.