de ,

Las personas mayores también necesitan ayuda tras la DANA

Fuente: Las Provincias

Sacramento Pinazo-Hernandis

Sacramento Pinazo-Hernandis

En situaciones de emergencia, como una DANA, muchas personas mayores pueden ver que sus necesidades son ignoradas por las intervenciones humanitarias. Uno de los problemas más graves que enfrentan las personas mayores es la invisibilidad. A menudo, son excluidas de la evaluación de necesidades, y problemas específicos no son considerados adecuadamente, como la movilidad reducida, las enfermedades crónicas, la discapacidad sensorial o el deterioro cognitivo. En muchas ocasiones, se les percibe más como una carga que como un grupo con habilidades y experiencia para aportar soluciones. Esta percepción edadista no solo aumenta su exclusión de los recursos de ayuda, sino que también minimiza su capacidad de participación en labores de recuperación, a pesar de que en estas emergencias pueden desempeñar un papel valioso por la experiencia de vida vivida y la superación de crisis anteriores. Las personas mayores son agentes de apoyo dentro de sus familias y comunidades, y su participación activa tras un desastre natural puede ser motor crucial para la reconstrucción social y económica posterior gracias a sus experiencias y habilidades.

Es fundamental garantizar sus derechos asegurando el acceso a viviendas adecuadas, servicios de salud y alimentos adaptados a sus necesidades. También lo es asegurar un buen asesoramiento jurídico para reclamar ayudas por los daños en los inmuebles o vehículos. Las personas mayores deben ser consultadas en la planificación y ejecución de las intervenciones, ya que son quienes mejor conocen sus propias necesidades. Además, es esencial localizarlas y visibilizarlas en las evaluaciones de necesidades, ya que sus condiciones de vida (como son en el momento presente y serán tras el desastre) deben ser tenidas en cuenta.

La vulnerabilidad de las personas mayores en estas situaciones es mayor cuando sus viviendas, a menudo en plantas bajas, se destruyen y no tienen familiares que puedan asistirlas, Sencillas medidas en refugios, como camas elevadas, temperaturas adecuadas y espacios separados por género, pueden mejorar su bienestar. También requieren atención en cuanto a la alimentación: algunas personas mayores enfrentan problemas de digestión o masticación por falta de piezas dentales que pueden dificultar su capacidad para consumir los alimentos que se cocinen “para todos”, lo que les dificulta consumir alimentos comunes en refugios. Las organizaciones deben adaptar las comidas a sus necesidades dietéticas.

La movilidad limitada es otro desafío; suelos resbaladizos por el lodo, o la imposibilidad de moverse rápidamente aumentan el riesgo de que las personas mayores se caigan, aumentando su fragilidad. Muchas personas han perdido sus vehículos, las vías de tren no funcionan aún y la frecuencia de autobuses puede ser limitada. La falta de acceso a transporte dificulta su desplazamiento, y por ello, es vital que los puntos de distribución de ayuda y los vehículos de transporte sean accesibles para todas las personas, incluyendo aquellas con movilidad reducida.

El acceso a servicios de salud es otro asunto crucial. Muchas personas mayores requieren atención continua por enfermedades crónicas, pero en situaciones de emergencia los sistemas de salud colapsan o algunos centros han sido destruidos por el agua. La falta de acceso a medicación y atención médica adecuada pueden agravar sus problemas de salud. Las organizaciones deben priorizar la atención a este grupo, asegurando el acceso a medicamentos y servicios de salud adaptados a sus necesidades.

Antes de la emergencia, algunos mayores en situación de dependencia recibían ayuda de servicios a domicilio o centros de día que ahora están dañados en las zonas afectadas y tardarán en recuperarse. Será necesario reubicar a estas personas en centros cercanos, ampliando plazas y contratando más profesionales especializados para mantener su autonomía. Asimismo, muchas residencias con zonas comunes inundadas (salones, comedores) requieren apoyo para garantizar la atención apersonas en situación de dependencia.

Y por último, además de los desafíos físicos, las personas mayores enfrentan un impacto emocional considerable. La separación de sus familias, la pérdida de sus hogares y pertenencias acumuladas durante toda una vida, y la desaparición de su entorno social y cultural causan gran sufrimiento. Los programas de ayuda deben incluir apoyo psicosocial específico, con profesionales capacitados en psicología del envejecimiento para abordar el duelo, trauma y ansiedad, consecuencias de la pérdida y el desarraiga. Es importante recordar que, en muchos casos, las personas mayores también son cuidadoras de otros miembros vulnerables de la comunidad, por lo que se les debe apoyar para que puedan continuar en esta función.

La respuesta humanitaria ante emergencias como la DANA debe incluir un enfoque inclusivo y respetuoso a las personas mayores. No basta con brindar asistencia general; es esencial asegurar que este grupo reciba atenciones adecuadas y que su potencial como agentes de recuperación sea valorada. Solo a través de un enfoque centrado en la persona, que garantice su acceso equitativo a los recursos y respete sus derechos, será posible reducir su vulnerabilidad y hacer que su contribución forme parte de la recuperación de las comunidades afectadas.

Dra. Sacramento Pinazo-Hernandis, presidenta de la Sociedad Valenciana de Geriatría y Gerontología y de la Comisión de Soledad no Deseada de la PMP

Noticias relacionadas