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La rebelión de los mayores: exigen por ley la atención personal para evitar la brecha digital

Fuente: lavanguardia.com

Una persona mayor con gesto de frustración ante un ordenador.

El colectivo exige que se obligue por ley a dar atención presencial y telefónica sin robot

Los mayores prometen pelea. A las denuncias por el trato “indigno” que reciben sus compañeros usuarios de las residencias, que les ha llevado a manifestarse e ir a plenos municipales y autonómicos, ahora se suma la exclusión de servicios por no tener los suficientes (o nulos) conocimientos tecnológicos. No están dispuestos a que se les siga discriminando por acumular años y haber nacido en la época analógica, donde el papel, el bolígrafo y el teléfono centraban la comunicación. Y, sobre todo, las conversaciones. El cara a cara era una seña de identidad social.

Se sienten humillados, mangoneados, frustrados, expulsados de una sociedad que ellos han ayudado a impulsar y desarrollar y que ahora, sobre todo después de la pandemia, les echa porque no dominan las tecnologías.

Para combatir esta exclusión, anuncian el inicio de contactos políticos y sociales para que el ordenamiento jurídico recoja el derecho a ser atendidos de forma presencial en las entidades bancarias, en las empresas de servicios esenciales y en la administración, así como poder recibir atención telefónica no robótica. Aseguran que no van a parar hasta conseguirlo.

“Hemos pasado del ‘vuelva usted mañana’ a todo está en internet"

Así lo indicaron en la jornada 'Mayores y Brecha Digital' celebrada el martes en el Congreso de los Diputados y organizada por la Plataforma de Mayores y Pensionistas. En este espacio quedó claro que van a “luchar para conseguir que los derechos que gozan en la vida real se trasladen al mundo digital”, en palabras de la catedrática de Filosofía del Derecho de la UNED, Ana María Marcos del Cano. Porque, insisten, les asiste la razón. “Hemos pasado del ‘vuelva usted mañana’ a todo está en internet. Y eso no es así”, dice el presidente de la Plataforma de Mayores y Pensionistas, Ángel Rodríguez Castedo.

Muchos de ellos no saben lo que es un bizum, no encuentran la pestaña de la aplicación, no entienden los mensajes que se proyectan en la pantalla, no se acuerdan de las claves o, sencillamente, tienen miedo a realizar cualquier movimiento por inseguridad.

Según datos hechos públicos en la citada jornada, se calcula que unos 2,6 millones de mayores no saben utilizar las tecnologías, el 26% del total. A esos, habría que sumar los que tienen miedo a realizar cualquier tarea “porque no se fían ni de ellos ni de lo que hay detrás de cada aplicación.

Estas inseguridades no solo las sufren los que tienen más de 65 años. La exministra de Trabajo y presidenta de la comisión del Pacto de Toledo, Magdalena Valerio, de 63, se identificó con los problemas de los asistentes a estas jornadas: “Yo también tengo que echar mano de mis hijos porque no sé hacer muchas cosas. Y me siento inútil, ignorante”.

Los problemas de exclusión digital no se centran solo en las entidades bancarias, aunque es un problema serio porque pone barreras para que los ciudadanos hagan uso de su dinero. Así lo denunció hace casi un año Carlos San Juan con su campaña 'Soy mayor, no idiota' que recogió más de 600.000 firmas y que puso en la agenda social la discriminación que sufre este colectivo.

Dificultades en la atención sanitaria

Otro sector al que cada día tienen menos acceso es el de la sanidad, un pilar fundamental para el grupo poblacional que más precisa de sus servicios. Muchos ciudadanos tienen serias dificultades para solicitar citas telefónicas (atención robótica) y hacerlo por internet es para otros una misión imposible porque no disponen de un ordenador ni wifi, y en el móvil (quien tiene smarphone) son todo impedimentos: “No veo nada y mis dedos son demasiado gordos y poco ágiles”, señala Angelines Marín, 81 años, que dedica largas horas a esperar que “alguien le atienda” en el centro de salud.

Otro problema es que con las historias clínicas en red, pocos consiguen saber los resultados de una analítica, la lista de medicamentos que tienen o qué pruebas se deben hacer. “Todo está informatizado y no te dan nada en papel. Es muy triste que siendo una persona, creo yo, inteligente, que me encuentro en perfecto estado y que llevo una vida activa tenga que depender de mis hijos para ver el estado de mi cuenta bancaria, pedir cita en el médico o apuntarme a un curso de memoria”, relata con indignación Angelines Marín.

Indignación es la palabra más repetida en el Congreso de los Diputados. Rodríguez Castedo denunció que “a medida que crece la brecha digital, crece el desamparo y la indignación en las personas mayores. Esto no se puede permitir, ya que se intensifica su exclusión, su sensación de abandono y de inutilidad, y a esto se le llama maltrato, edadismo”. Y no están dispuestos. “Se acabó”, señalan desde la plataforma.