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El reto de los nuevos mayores, poner fin a la discriminación por edad que los arrincona
Fuente: La Vanguardia | Celeste López
El edadismo asumido por el ciudadano aumenta en un 20% la posibilidad de morir
En estos días que tanto se habla de racismo, xenofobia o machismo como actitudes que socavan a las personas que lo sufren, pocos hacen referencia a otro tipo de actitud, más prevalente incluso que las anteriores, y que causa muchas muertes o, al menos, acelera el final de la vida: el edadismo. La discriminación y el rechazo que sienten las personas mayores por el hecho de tener años tiene consecuencias en su salud. De hecho, la percepción negativa de la vejez por parte de los jóvenes y adultos, y que es asumida por los mayores, incrementa en un 20% las posibilidades de morir antes que los ciudadanos de la misma edad y que se niegan a ser catalogados y tratados en función de la fecha de nacimiento.
Así lo ha indicado Vânia de la Fuente-Núñez, licenciada en Medicina y en Antropología Social y Cultural, y consultora sobre envejecimiento saludable en la undécima jornada conjunta del Centro Nacional de Epidemiología (CNE) y la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), en la que ha dejado claro que el edadismo, el rechazo a la vejez, es un problema de salud pública porque afecta a un elevado número de personas, implica un coste para el sistema de salud, perjudica la salud física y mental, genera inequidades de salud, suscita interés público y puede abordarse a través de medidas preventivas.
Los ensayos clínicos relacionados con el alzheimer o el parkinson cuentan con escasas personas mayores
Pero esta discriminación puede tener sus días contados, o al menos reducir su influencia. Los nuevos ciudadanos que se están incorporando a la jubilación se niegan a ser considerados una carga para la sociedad, como tampoco conciben esa nueva etapa de la vida como unas eternas vacaciones sin sentido, como indicaban en sendas jornadas sobre envejecimiento el doctor en psicología y director científico del programa de personas mayores de Fundación La Caixa, Javier Yanguas, o el médico y presidente de la comisión de sanidad y coordinación sociosanitaria de la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP), José Manuel Freire. Los nuevos mayores y los que vendrán (en el 2030, el 25% de la población tendrá más de 65 años; en el 2040, este grupo estará formado por 14 millones de personas), más preparados, más formados, con conocimientos tecnológicos, con más recursos financieros, no están dispuestos a que les arrinconen, coinciden los expertos. Van a redefinir la vejez. La lucha no será fácil. El edadismo está presente en todas partes: en las instituciones, decretando normas y leyes que restringen sus derechos; en las relaciones sociales, cada vez que se habla a los mayores como si fueran niños o impidiéndoles tomar sus propias decisiones, y en las relaciones con uno mismo, al autolimitarse de hacer determinadas actividades por su edad, indica De la Fuente.
Para Pilar Gayoso, subdirectora general de terapia celular y medicina regenerativa del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), el edadismo está muy extendido (una de cada tres personas en Europa lo sufre) y tiene consecuencias para el ciudadano que la padece y para la sociedad en la que vive. “Los prejuicios por edad condicionan tanto la atención de los servicios sanitarios, como las condiciones de estos servicios.”, explica.
Los prejuicios por la edad en la sanidad limitan los cribados y afectan a los tratamientos
En este sentido, De la Fuente mencionó un estudio en Alemania sobre salud mental donde se trataba a pacientes jóvenes y a otros de más edad. A los primeros se les trataba y se les hacía un seguimiento, mientras que a los segundos, no. “El edadismo no solo afecta al diagnóstico, también al tratamiento”, apunta.
El edadismo se asocia a una peor salud física y mental, un mayor aislamiento social y soledad, una mayor inseguridad financiera, una menor calidad de vida y unas mayores tasas de muertes prematuras. Esto es debido, entre otras cosas, a sesgos en la atención médica, incluido el racionamiento de recursos sanitarios con base en la edad, según relata el 85% de 149 estudios que analizaron esta asociación.
El personal médico tiene mayores probabilidades de no usar respiradores, intervenciones quirúrgicas o diálisis a medida que aumenta la edad del paciente. “Con cada década de edad, la tasa de decisiones de suspender la intervención aumentó en un 15% en el caso de respiradores, un 19%, para intervenciones quirúrgicas y 12%, para diálisis”, enumera De la Fuente.
En apenas siete años, la población de más de 65 años representará el 25% del total
También se aprecia edadismo en la exclusión de personas mayores de ensayos clínicos. No solo en los fármacos y ensayos dirigidos a la población en general, también en los que son ellos los más afectados. La representación en ensayos sobre el alzheimer o el parkinson de población mayor es muy escaso, según han puesto de manifiesto numerosos estudios internacionales.
Tampoco estuvieron representados en los ensayos que se realizaron para combatir la covid, pese a ser población vulnerable. Sin olvidar la pandemia de la covid, en la que se implantaron protocolos de actuación que excluían a personas mayores de los cuidados básicos o de la atención en unidades de cuidados intensivos.
Incluso en los cribados. “No es de recibo. La sanidad pública está discriminando a los mayores, ejerciendo un edadismo sanitario al rechazar a los mayores en los cribados de cáncer, cuando precisamente las probabilidades de tener un tumor aumentan con la edad porque es una enfermedad degenerativa”, clama Mercedes Carreras, enfermera y ex subdirectora general de Desarrollo y Seguridad Asistencial en el Servicio Gallego de Salud, en el Congreso de los Diputados, donde acudió junto a otros expertos en cáncer para presentar un documento científico que recoge las diferentes iniciativas que, según el comité multidisciplinar de expertos (OnTarget), habría que priorizar en España para mejorar el abordaje del cáncer.
Carreras recordó que la mayoría de los fallecimientos por cáncer se produce a partir de los 70 años, y, pese a ello, ese grupo poblacional no está incluido en los cribados actuales.
Hacerse valer
El edadismo externo, ese que llevan a cabo los ciudadanos hacia los mayores, no es tan malo como “el edadismo autoinfligido”, que puede llevar a la persona que atesora décadas de vida a adoptar comportamientos de riesgo para la salud, como seguir dietas poco saludables, no tomar la medicación prescrita, consumir alcohol en exceso o fumar. “¿Para qué me voy a cuidar si no tengo futuro?, se llegan a preguntar muchos mayores que sienten que son una carga y aportan poco a la sociedad”, relata De la Fuente. Los expertos aconsejan luchar contra unos estereotipos que lastran y acobardan, y, por el contrario, empoderarse. Si uno es mayor, puede que tenga limitaciones, pero eso no le invalida como persona en absoluto, señala Freire. En este sentido, los expertos insisten en que es necesario erradicar el edadismo, trabajar con los mayores para que no se autolimiten y apostar por una educación en la que se fomente el respeto a las personas de más edad, que tienen mucho que aportar a la sociedad.
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