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“La participación de las personas mayores en la sociedad española es muy escasa y esto hay que cambiarlo”

Fuente: Diario CERMI

Lázaro González

Lázaro González, presidente de la PMP

Cuando se le ofreció la presidencia de la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP) a principios de 2023, Lázaro González «tenía una edad avanzada» y nunca había imaginado enfrentar un reto tan ambicioso. Sin embargo, su compromiso vital de contribuir al bienestar de los demás lo impulsó a aceptar esta responsabilidad. Su compromiso con la PMP es un reflejo de su dedicación a mejorar las condiciones de vida y ciudadanía de las personas mayores y garantizar que sus derechos sean respetados en todos los ámbitos de la sociedad.

¿Qué le inspiró a asumir la presidencia de la PMP?

Cuando a principio de 2023 me propusieron presidir la PMP yo tenía una edad avanzada, no había pensado nunca, ni se me hubiera ocurrido, enfrentar un reto tan ambicioso que el que me ofrecían. Conocía la PMP, pues ya era presidente de la Comisión de Soledad No Deseada de la misma y sabia el gran compromiso que suponía.

Pero nunca he sabido decir que no a aquellos desafíos que forman parte de mi compromiso vital: llevar una existencia lo más plena posible aportando mi modesta contribución al bienestar de los demás. Sabía perfectamente que dar soluciones sociales el creciente envejecimiento de la población es uno de los grandes retos del siglo XXI, que era un gran honor recibir la propuesta que se me hacía y que no me podía negarme a aceptarla, aunque podía implicar una carga de trabajo muy considerable.

«Recibí de niño y de joven una educación que me impulsaba a ser responsable de la gente que me rodeaba y de sus problemas»

¿Cómo cree que sus experiencias anteriores, tanto en el ámbito privado como en el público, pueden contribuir a su nuevo cometido?

En mis primeros 16 años laborales en una fundación educativa compatibilicé mi trabajo como profesor y psicólogo centrado en la labor de ayudar al desarrollo personal e integral de adolescentes, no solo en la enseñanza de contenidos, especialmente de aquellos adolescentes que tenían problemas familiares o con los estudios. Fuera de mi horario laboral en esos años 70 del siglo XX tuve una militancia social muy activa en favor de la escuela pública, inclusiva, plural y gratuita para todos como motor del bienestar y de la democracia incipiente en España. Entonces las necesidades del país en este campo eran enormes: casi un 30 % de niños sin escolarizar y más de un millón de personas adultas analfabetas.

Los ocho años siguientes en Administraciones públicas de educación en los años 80, muy intensos profesionalmente, pusieron a la educación como una prioridad de las políticas de modernización e igualdad de España. Contribuí lo que pude y milité muy activamente en la formación y dignificación de la profesión docente.

Los 20 años últimos de vida laboral estuve contratado por empresas primero para temas de recualificación profesional de trabajadores que estaban en riesgo de perder su empleo y luego en programas internacionales de asistencia técnica y formación de profesionales de educación y salud.

Creo que en todos los lugares de trabajo he sido muy afortunado y, en cierto sentido, un privilegiado, pues me permitieron hacer lo que más me gustaba. Ahora siento que tengo la obligación de devolver aquello que la sociedad me dio.

Cuando me jubilé a los 65 años, a excepción de unas consultorías internacionales muy estimulantes dedicadas a la cooperación al desarrollo, me impliqué en movimientos de personas mayores. Llevo trabajando 18 años en esto.

Puedo asegurar que toda esta experiencia me ha ayudado a mucho a mi tarea actual, primero porque el hilo permanente ha sido la sensibilidad social y unos valores aprendidos en la infancia. En segundo lugar, porque a través de nuestras vidas profesionales, si procuramos hacerlo bien, adquirimos unas competencias transversales muy valiosas para cualquier puesto, como son las habilidades sociales, sobre todo la práctica de la tolerancia y respeto, la capacidad de gestionar proyectos, la capacidad de adaptarse y ser flexible y especialmente el interés de aprender constantemente a lo largo de la vida. Son competencias cruciales para ejercer cualquier ejercer cualquier responsabilidad y también para ser presidente de PMP.

 ¿Cuáles son los principales objetivos que se ha fijado para su mandato como presidente de la PMP, y, cuáles son las estrategias específicas que tiene previstas para fortalecer la presencia de la Plataforma en cada territorio, especialmente a través de las grandes organizaciones que forman parte de la Entidad?

Por mi edad he aceptado una responsabilidad limitada en el tiempo. Pero en este tiempo me gustaría ayudar a consolidar el asociacionismo de personas mayores y con discapacidad mayores, pues no concibo cambios sobre el envejecimiento sin el protagonismo de las personas mayores y de las organizaciones que las representan.

Me gustaría también contribuir al fortalecimiento y cohesión de PMP, a través de una gestión cada día más eficaz y colegiada, pues es una organización joven aún, integrada por una gran pluralidad de movimientos y asociaciones, que tienen actividad en todos los territorios.

Pretendo también como objetivo prioritario que PMP se convierta en el interlocutor más conocido, sólido y fiable, de las administraciones públicas, de las grandes empresas con una vocación de responsabilidad corporativa y con los movimientos sociales más importantes que trabajan con personas mayores. En este tiempo no podremos ir más allá del ámbito estatal como Plataforma, aunque no rehuiremos las posibilidades de colaborar con Comunidades Autónomas y la Federación Española de Municipios y Provincias. Las grandes organizaciones que forman parte de la Plataforma como ONCE, CERMI, Unión Democrática de Pensionistas (UDP), CEOMA, CONJUPES y otras 15 más adscritas a la Plataforma son de ámbito estatal y ya tienen actividad en todos los territorios del país.

¿Cuáles considera que son los mayores desafíos que enfrenta la población de personas mayores y pensionistas en la actualidad, y su estrategia para abordarlos?

El primero es acabar con el edadismo o discriminación por edad, que daña especialmente a las personas mayores. Está muy enraizado aún en las relaciones interpersonales, en las administraciones públicas, en las empresas, en los medios de comunicación y en la opinión pública en general.

Otro reto prioritario es conseguir que la población mayor cada vez más numerosa se convierta en protagonista fundamental de la sociedad y trabaje conjuntamente con las personas jóvenes por el bienestar general. Para ello es necesario que no solo exijamos nuestros derechos independientemente de la edad que tengamos, sino también que nos sintamos responsables de mejorar las condiciones de vida de toda la población. La enorme riqueza en experiencia y conocimientos de las personas mayores es un impresionante recurso que nuestro país no se puede permitir el lujo de desaprovechar.

También hemos de ayudar a cambiar los valores predominantes de nuestra sociedad. Sobre todo, hemos de pasar de esa visión consistente en pensar que el centro de todo es la economía y el consumo, a la de una sociedad, o democracia cuidadora y solidaria como dice Joan Tronto, en la que todos somos corresponsables del cuidado y el bienestar de los demás, porque este ha de ser el fin principal de todas las políticas. Costará mucho y muchos no veremos el resultado final, pero este es el horizonte al que aspiramos y que es inevitable a medio y largo plazo.

La participación de las personas mayores en la sociedad española es muy escasa. Por ejemplo, la participación en la política y el voluntariado social no llega al 4 % en nuestro país, muy por debajo de la media europea.

Esto hay que cambiarlo cuanto antes. Ahora afortunadamente envejecemos mejor y la mayoría tenemos una buena calidad de vida en general bastantes años después de la jubilación.

Pero, a la vez, considero imprescindible que personas mayores y con discapacidad mayores tengan cada vez mayor presencia en los espacios de decisión política, económica y cultural del país.

«Me gustaría contribuir a fortalecer el asociacionismo de las personas mayores y también su participación en el voluntariado»

Me gustaría a la vez contribuir a acabar con ese ostracismo autoinfligido que con frecuencia nos imponemos las personas mayores, consistente en pensar que los espacios públicos no son responsabilidad nuestra, que solo sirven para descansar, jugar o disfrutar tranquilos.

Finalmente querría devolver el protagonismo a las mujeres mayores, que un día nos cuidaron dejando a los hombres el espacio público y que hoy en gran número llegan a una avanzada edad en la pobreza, el olvido y la soledad. Me gustaría que con la labor de concienciación de PMP toda la población española llegue al convencimiento de que cuidar es una responsabilidad de todos y no solo de las mujeres; y que la mejor manera de acabar con la soledad y el abandono de las más vulnerables, como son muchas mujeres de edad avanzada, es construir una sociedad que sabe convivir.

¿Cómo ha influido su experiencia en movimientos sociales, especialmente en la promoción del envejecimiento activo y la lucha contra la soledad no deseada, en su visión y enfoque para liderar la PMP?

Desde joven he sido miembro de distintos movimientos sociales: sindicatos, colegios profesionales, asociaciones educativas y culturales, grupos de voluntariado, asociación y redes contra la soledad, asociaciones de mayores… Siempre buscábamos mejorar o cambiar juntos la realidad en esos campos. Esta ha sido mi otra escuela de vida, en la que he aprendido a colaborar, a tener iniciativa, a liderar grupos, a luchar por renovar los obstáculos, a comprender la influencia de los factores humanos más allá de los objetivos de la organización, a escuchar, a convencer, a saber, mirar más allá de las primeras impresiones, a aprender a acomodar los objetivos a los medios disponibles para conseguirlos

Sin duda todo este aprendizaje me está sirviendo en mi nueva tarea de liderar la PMP. Y a la vez estoy aprendiendo mucho, porque ninguna organización es igual y hay que estar dispuesto a aprender y saber cambiar nuestro enfoque de partida para adaptarse con flexibilidad a cada nueva situación.

¿Cómo planea trabajar con las Administraciones públicas para garantizar la defensa y garantía de los derechos de las personas mayores y pensionistas?

Los retos políticos que tienen las administraciones públicas para liderar, como es su obligación, las políticas sobre el envejecimiento y en la defensa de los derechos de mayores y pensionistas son enormes. A veces no están a la altura de los desafíos o van por detrás de la realidad, sea por inercias burocráticas, sea por falta de visión a medio y largo plazo.

La PMP, como representante de un gran porcentaje de las personas mayores y pensionistas, empieza por convertirse en interlocutor con las administraciones y ofrece su colaboración.

Transmitimos las necesidades y demandas de los colectivos a los que representamos y estamos dispuestos ayudar a buscar soluciones en la medida de lo posible. Nunca queremos dar lecciones ni vamos con la protesta por delante, a no ser que se estén violando derechos y no percibamos voluntad política garantizarlos. Nuestro objetivo es convertir a PMP en un interlocutor imprescindible de las administraciones públicas, sea cual sea su signo político, partiendo de nuestro máximo respeto a la ciudadanía que les ha encomendado su gestión.

Y creo que nos estamos ganando el respeto de las administraciones poco a poco, especialmente con las de ámbito estatal con las que hemos trabajado hasta ahora principalmente. Es un proceso de toma de confianza que lleva tiempo, pero creemos que el mejor camino es el diálogo y la colaboración. Aunque no olvidamos la reivindicación y la lucha si fueran necesarias, cuando estén en juego los derechos.

Dado su trasfondo en educación y salud, ¿cómo cree que estos sectores pueden contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas mayores y pensionistas?

La educación y la salud son dos pilares esenciales del estado de bienestar y de la calidad de vida en todas las edades. Las personas mayores tal vez seamos más sensibles a la mejora de la salud porque somos más frecuentemente usuarios de los servicios sanitarios, y también porque sabemos que hemos llegado a edades avanzadas gracias entre otras cosas a la mejora de la alimentación, la higiene y los servicios sanitarios. Por eso somos defensores incondicionales de la calidad y atención sanitaria, y muy sensibles cuando nos tratan mal, cuando nos aparcan en largas listas de espera para atendernos y sobre todo cuando nos niegan el derecho a la atención sanitaria, como presuntamente ocurrió en la reciente pandemia a muchos residentes que murieron porque se les negó la asistencia hospitalaria.

A veces somos menos conscientes de la importancia que tiene la educación en los procesos de envejecimiento, pues en la sociedad tradicional se creía que había un tiempo para estudiar (la infancia y juventud), otro para trabajar (la vida adulta) y otro para jubilarse y esperar la muerte (la vejez). Por eso tal vez se nos sigue llamando tercera edad, palabra que para nosotros pertenece ya al periodo de las cavernas y que debemos desterrar de nuestro lenguaje cuanto antes.

Hoy hay una evidencia clara de que la educación es un derecho en todas las edades, que cualquier momento de la vida es bueno para aprender y que la calidad de vida en la vejez depende mucho de lo que aprendemos a diario no solo en lo que toca a nuestro cuidado personal, sino también es esencial para estar y comprender el mundo que nos rodea, a adaptarnos a la sociedad digital, a entender a las personas jóvenes que son nuestros familiares, vecinos y amigos con los que está asociado nuestro bienestar. En una palabra, yo diría que nos hacemos viejos el día que perdemos interés por educarnos, más que por nuestras debilidades y decadencia física

¿Cuál es su opinión sobre los sistemas de apoyos y cuidados y atención a la dependencia actuales, y qué medidas considera necesarias para mejorarlo?

Como he dicho antes, los cuidados se han convertido en una responsabilidad fundamental de toda la sociedad, no solo de la familia o de las mujeres. Caminamos, les pese o no a los ultraliberales, hacia una sociedad que tiene que poner el centro de mira en el bienestar y los cuidados de toda la población. Todos somos candidatos para cuidar en diferentes etapas de la vida: en la niñez, en la adolescencia, en la maternidad o paternidad, en la enfermedad, en las situaciones de discapacidad, en la dependencia, en las situaciones de catástrofes, cuando somos emigrantes, pobres, o nos sentimos solos, etc. 

Para llegar a esa sociedad cuidadora o democracia solidaria tienen que producirse cambios fundamentales en el sistema actual de cuidados. Sería muy largo explicarlo aquí. Pero ahí dejo unas líneas:

  • Ser cuidado cuándo se necesita es un derecho y cuidar es una responsabilidad de todos. En consecuencia, los cuidados han de estar centrados en la persona, sus necesidades, su proyecto de vida, el respeto a su intimidad, en el buen trato…
  • Casi todas las personas mayores aspiramos a envejecer en casa o en nuestro entorno de siempre. En la medida de lo posible los cuidados deben ser en casa o como en casa. Debemos dejar de pensar en esas macro residencias nacidas del modelo antiguo de asilos e i hacia pequeñas unidades de convivencia o pequeños hogares de diversos tipos. Hay que desinstitucionalizar los cuidados en la medida de lo posible.
  • Los países deben dar mucha más importancia y valor a los cuidados en sus leyes y en sus presupuestos. En nuestro país estamos muy lejos aún de alcanzar una dotación presupuestaria digna para los cuidados. La atención las personas dependientes apenas recibe en 2024 el 0,8% del PIB procedente del presupuesto público, cuando la media europea es el 1,7% y algunos países superan el 3,5%. Lo que aportan las mujeres cuidadoras no profesionales de sus familiares dependientes multiplica por diez o más este gasto.

«Lo que me compensa es ver que envejezco en un país que es mucho mejor que el que encontré cuando era niño» 

¿Cómo ha logrado equilibrar su carrera profesional con su compromiso en movimientos sociales, especialmente después de su jubilación?

Me resulta difícil hacer este balance. Resumiría diciendo que durante mi vida laboral he ido robando parte del tiempo debido a mi familia. Esto me vuelve a veces como una fuente de pesar, sobre todo en relación con el tiempo robado a mis hijos. Solo me compensa el hecho de ver que mi esposa y yo hemos sido capaces de transmitirles unos valores que compartimos.

Tras la jubilación he quitado tiempo a mi vida más personal y a mi descanso. Estoy contento, pero me gustaría tener más tiempo para leer, escribir, viajar, participar en actividades culturales, estar con los amigos y la familia…

Y a veces termino muy cansado físicamente, pues las actividades de la PMP me llevan mucho tiempo, y esfuerzo mental. Por eso me he puesto un límite y un plazo.

Y eso se debe a que millones de ciudadanos hemos contribuido a ello con nuestro esfuerzo y afán de superación personal y social. Podría tal vez haber tenido más cosas, haber disfrutado más de la vida como suele decirse o tener más tiempo que “perder”. Pero eso nunca lo he valorado demasiado. Creo que he vivido con dignidad y eso me basta para sentir que he tenido una vida plena. Tal vez lo que aporte a una vejez saludable desde la presidencia de la PMP sea insignificante en el conjunto. Pero me está mereciendo la pena intentarlo.

¿Cuáles son las conclusiones más destacadas del informe 'El trato de las personas mayores en las instituciones” y cuál es su implicación en mejorar el trato institucional hacia las personas mayores?

 Sería muy largo resumirlo aquí. Para eso recomiendo la lectura del informe que está en nuestro sitio web (www.pmp.org.es). Hay también un resumen ejecutivo, para quienes no dispongan del tiempo suficiente.

Del informe destacaría dos datos: una de cada tres personas mayores sienten que no reciben un trato adecuado en sus gestiones con las administraciones públicas y una de cada dos no son bien tratadas por las empresas que prestan servicios esenciales como la telefonía e internet, la banca, los seguros, las suministradoras de luz, gas, agua…

El segundo es que ese mal trato se debe en gran parte a la falta de una atención presencial adecuada o una deficiente accesibilidad de las herramientas digitales, por el empeño de las empresas y administraciones en hacer una digitalización apresurada que no tiene en cuenta a una generación que no tuvo acceso en su educación a las nuevas tecnologías, por ahorrase puestos de atención al cliente o por la insensibilidad hacia las necesidades de los clientes mayores.

En consecuencia, este también es un gran reto para la PMP: conseguir que las personas mayores y las personas con discapacidad reciban siempre un buen trato tanto en las relaciones personales como en sus relaciones con las instituciones, porque este es su derecho. Hay un gran camino por recorrer para conseguirlo.

¿Cómo se puede garantizar que estos años adicionales no sólo estén libres de enfermedades crónicas o discapacidades, sino también que se mantenga la funcionalidad física y mental?

En general, vivimos cada vez más años y a la vez envejecemos con una mejor calidad de vida. España, además, es de los países más longevos del mundo. Pero un día vamos a morir, mal que les pese a algunos ricos como Musk. Este es un hecho que no podemos olvidar.

Nuestro esfuerzo debemos centrarlo en conseguir que los últimos años de nuestra existencia los vivamos en condiciones de calidad y con el mayor bienestar posible. Y que al final tengamos una muerte digna. Esto debe ser un logro para toda la población, no solo para unos pocos privilegiados.

Conseguirlo es un objetivo de justicia y una responsabilidad social, mejorando los sistemas de sanitarios y de cuidados, sabiéndonos autocuidar y sintiéndonos en condiciones de hacer proyectos sobre nuestra vida hasta el final.

Las proyecciones demográficas indican que en las próximas décadas el número de personas longevas va a seguir creciendo. Y eso es bueno. Pero el fondo de los cambios necesarios no va a estar tanto en la demografía como en la justicia social.

Esto nos va a obligar a la vez a mejorar radicalmente nuestros sistemas de bienestar y ampliar el significado de nuestras democracias, para que se basen en la solidaridad y en la convivencia intergeneracional. Las personas mayores nos sentiremos cada vez más portadoras de derechos, pero a la vez tendremos una responsabilidad fundamental para garantizarlos al conjunto de la población. Este debe ser nuestro principal compromiso.

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